Ilán Lieberman

La muerte de Colosio

2004 – 2005

Cinco óleos sobre lino
40 x 50 cm cada uno.

 

Esta serie de pinturas, consiste en cinco óleos sobre tela en los que el artista reproduce pictóricamente cinco pasos consecutivos de acercamiento (zoom) a un fotograma tomado de un video; proceso en el que el artista nos lleva de lo figurativo hacia la abstracción. La escena contiene un carácter dramático: es el instante en el que se disparó el arma que dio muerte a Luis Donaldo Colosio. Magnicidio que dejó pasmada a la nación.

Ese momento, capturado televisivamente, se repitió en los canales nacionales e internacionales hasta el cansancio. La filmación en vivo, queda hoy como único testimonio de aquel acontecimiento. Lieberman detiene el video en el momento preciso de la detonación del arma y se va acercando a la escena con el zoom de la computadora. El pintor busca en el registro visual mayor información. Su afán recuerda al personaje del gran film de Michelangelo Antonioni: Blow-up (1966), un fotógrafo de modas quien, tras ampliar frenéticamente una de las fotografías que tomó curioseando desinteresadamente en el parque, descubre, en una zona minúscula del fotograma, la consecución de un crimen. En Blow-up, lo que no se percibía a primera vista, pero quedó registrado en el instante fotográfico, reaparece tras la progresiva aproximación.

A diferencia de los fantásticos hallazgos del personaje de Antonioni, lo acontecido aquel 23 de marzo no se ve (ni se entiende) mejor al aproximarse, lo que se obtiene, por el contrario, es cada vez una imagen más borrosa. Acercarse mediante el aumento a una imagen videográfica en pausa, no da necesariamente mayor información acerca del hecho que ésta misma reproduce. Mientras más nos aproximamos para ver, más confusa se vuelve la escena. Los píxeles explican una composición colora, no la realidad. ¿Cuánto de la realidad contiene una representación? Quizá por no poder responder, sea que se puede seguir y seguir pintando.

Itala Schmelz


La muerte de Colosio fue presentada en la fecha y hora de su onceavo aniversario luctoso, en La Fundación Colosio, Ciudad de México.

Palabras del Lic. Jorge Moreno Collado, Vicepresidente de la Fundación Colosio, A.C., pronunciadas en la inauguración pictórica La Muerte de Colosio, de Ilán Lieberman. México, Distrito Federal, a 23 de Marzo de 2005

En nombre de Beatriz Paredes, Presidenta de la Fundación Colosio, A.C., doy a ustedes la más cordial bienvenida a esta su casa, la residencia del legado intelectual y político de Luis Donaldo Colosio, líder y dirigente del priísmo mexicano y promotor de la reforma del PRI y de la política y el poder en México.
Los muros de esta casa no sólo dividen sus estancias; también sirven para unir y sostener el recio edificio de la sede de esta Fundación evocadora. La política y el arte marchan juntos, pues desde los griegos clásicos, el hombre aprendió que la política, según el sabio Aristóteles, es la ciencia y el arte del gobierno.
Bienvenidos a esta casa de la colonia Polanco, en la que el arte y la ciencia del gobierno, materia de nuestro interés primordial, convive con gusto —y hoy con agradecimiento— con el arte pictórico y con la ciencia de la luz, la armonía y el color.
La pintura no es necesariamente el retrato de la realidad, porque ésta a menudo es elusiva, engañosa y múltiple. Como en estos cinco lienzos de Ilán Lieberman, La Muerte de Colosio se vuelve abstracta, o se desvanece, porque la realidad es siempre una interpretación.
La pintura es una realidad en sí misma, que describe e interpreta otras realidades. Toda obra de arte, en particular la pintura, tiene la singularidad de su autor, de su intención, de su propósito consciente, de su lenguaje simbólico, de su intimidad, de su identidad psicológica, de su personalidad irrepetible.
Pero las obras de arte, las pinturas, como alfombras mágicas, se escapan de su autor, rehuyen a menudo la prisión subjetiva de su creador, se objetivizan al volverse “asunto” o interés de otro; al provocar en otros, visiones y emociones distintas, al incentivar reacciones inesperadas, al comunicar conceptos, ideas e imágenes de un cuño novedoso, diferente en cada observador, en cada admirador del lienzo, del cuadro, del mural, de la expresión plástica, que llevan tras de sí otro significado.
El objeto pictórico y el sujeto pintor tienen un parentesco cercano e íntimo, pero cada uno reclama para sí su autonomía, su independencia, su libertad. El pintor seduce, y el cuadro induce, instiga, persuade. En el pintor está el yo íntimo del que se adueña de la luz, de la armonía, o de la línea y el espacio; en el lienzo, expuesto a todos, colocado para el escrutinio público, está el yo común, la imagen compartida, la emoción concurrente, que mueve a la risa, la ira, el llanto, la tristeza, la añoranza, la nostalgia, la evocación, el recuerdo, o el compromiso y el movimiento de cada uno y del colectivo social.
Con su pintura, el artista dice lo suyo, nos los trasmite, lo introyecta y lo comparte; pero los demás no somos continentes impávidos, cuerpos vacíos o espíritus atónitos. También los otros queremos que el arte nos diga lo que estamos esperando, lo que no podemos expresar de igual manera, pero que todos lo entendemos en el mismo sentido, con parecida intensidad; anhelamos en el arte que vemos, lo que quisiéramos expresar con nuestro propio idioma: el lenguaje de la cultura, que nos permite ser coautores del artista, porque le proporcionamos sentido y significado a su creación.
Por todo ello, hoy es una ocasión memorable y especial: porque en las paredes de este recinto exponemos una obra pictórica serial y bajo su techo recibimos y homenajeamos a su autor. Porque hoy, 23 de marzo de 2005, a las 19 horas con 12 minutos, hora exacta de su muerte, Luis Donaldo Colosio Murrieta es evocado; recordado, añorado por la serie de pinturas denominada La muerte de Colosio, conjunto de cinco óleos debidos al pincel diestro y sensible, magistral y descarnado, de Ilán Lieberman, joven artista plástico, con una ya prolongada trayectoria en la academia y en la producción artística, que data desde su estudios y formación técnica e intelectual entre 1984 y 1992 y en sus exposiciones individuales de 1989 a la del día de hoy y sus exposiciones colectivas, que arrancan en 1993, en el Encontro dos pintores extrangeiros de Brasilia, hasta La pintura se fuga, realizada en el Reclusorio Oriente de esta ciudad en el año de 2004.
El uso de la paradoja y la metáfora en la pintura y en los títulos de sus exposiciones, dan pauta para afirmar que la obra de Ilán Lieberman es de doble sentido: no por su picardía, no por lo sorpresivo de sus interpretaciones, sí por su bicentralidad: la del arte mismo, con el que, en este caso, “el artista reproduce pictóricamente cinco pasos consecutivos de acercamiento (zoom) a un fotograma tomado de un video”; y la centralidad del personaje y del hecho histórico y deplorable, que a todos nos vuelve a enardecer y a unir en el coraje y la tristeza. En estos cinco óleos, encontramos lo que su autor dice, pero también lo que nosotros oímos y vemos.
La obra y su título nos reafirman en la certeza de que las balas y el asesinato no son suficientes para matar las ideas y los proyectos. Que la bajeza del crimen, no es tan poderosa como para destruir la grandeza de una vida de realizaciones truncada abruptamente; que el desenlace instantáneo y fatal de un disparo no es capaz de detener la persistencia de una obra y de un proyecto como el de Colosio, a quien seguimos recordando con admiración y digna obediencia.
Felicito a Ilán Lieberman por haber motivado este encuentro de amigos y admiradores del arte. Esta exposición permanecerá orgullosamente en esta casa hasta el 23 de mayo y será motivo de satisfacción para quienes moramos en ella, exhibirla a todos los visitantes y promover en ellos su interés para dialogar con las pinturas y reflexionar sobre su mensaje.

Muchas Gracias.